La metáfora de la sociedad-red. Comunicación y poder


La metáfora de la sociedad-red. Comunicación y poder, de Manuel Castells


Por J. M. Pérez Tornero

Manuel Castells ha escrito y publicado un nuevo libro Comunicación y poder[1]. Es un libro lúcido, que pretende la lucidez. Lucidez social -de todos- ante las nuevas modalidades del poder en nuestra sociedad; pero también, lucidez personal –de cada uno de nosotros- ante ese mismo poder.

Su propuesta, en este doble sentido, es una vía para la autonomía y la autoprogramación personal y social: “Participando en la producción cultural de los medios de comunicación de masas y desarrollando redes independientes de comunicación horizontal, los ciudadanos de la Era de la Información son capaces de inventar nuevos programas para sus vidas con los materiales de sus sufrimientos, miedos, sueños y esperanzas.” Sigue diciendo el autor, “si no conocemos las formas de poder en la sociedad red, no podremos neutralizar el ejercicio injusto de dicho poder; y si no sabemos exactamente quienes tienen el poder y dónde encontrarlos, no podremos desafiar su oculta pero decisiva dominación”.

Partiendo de este razonamiento genérico, Castells no sólo intenta señalar y examinar a quienes tienen el poder en nuestra sociedad mediática, sino que llega a proponer recomendaciones concretas a cada uno de nosotros: “Examine sus interconexiones globales y sus operaciones locales. Identifique los marcos mentales en las redes que enmarcan su mente. Practique el pensamiento crítico cada día para ejercitar la mente en un mundo contaminado culturalmente, de la misma forma que ejercita su cuerpo para limpiarlo del veneno de nuestro entorno químico. Desconecte y reconecte. Desconecte lo que no entienda y reconecte lo que tenga sentido para usted”.

Pero, no basta con soluciones personales, como colectividad, como miembros de una sociedad que somos–siempre según Castells- también es preciso actuar: “la construcción independiente de significado, sólo puede llevarse a cabos si conservamos esos terrenos comunales que son las redes de comunicación que Internet ha hecho posible, una creación libre de amantes de la libertad. No será fácil porque quienes ostentan el poder en la sociedad red deben cercar la comunicación red mediante redes comercializadas y vigiladas con el fin de cerrar la mente pública programando la conexión entre comunicación y poder. (…) Sin embargo, la mente pública se construye mediante la interconexión de mentes individuales como la suya. Así que, si piensa de otra manera, las redes de comunicación funcionarán de otra manera, con la condición de que no sea usted solo, sino muchos, los que estemos dispuestos a construir las redes de nuestra vida”[2].

Valores y contra-valores

Reordenando los diversos conceptos que Castells pone delante de nosotros, se reconstruye un modelo dicotómico que recoge valores y contravalores, “cierres” y “vías de acceso” a la libertad.

CONTRAVALORES VALORES
Modo de pensamiento Pensamiento acrítico Pensamiento crítico
Sentido Lo que no tiene sentido Construcción independiente de significado
Producción cultural “Sumisión” a los medios de masasDependencia de redesContaminación cultural Participación en los medios de masas
Desarrollando redes independientes
Calidad y salud cultural
Programando objetivos Dejarse “atrapar” en las redes Construir las redes de nuestra vida
Poder Ejercicio injusto de poder Desafío a la dominación
Sentido de la comunicación Comunicación vertical Comunicación horizontal
Espacios comunicativos y esfera pública Cerco a la comunicación mediante redes comercializadas y vigiladas Creación libre
Terrenos comunales
Mente pública
Método Aceptación dócil de los marcos mentales Crítica y reconstrucción de los marcos mentales

En definitiva, lo que Manuel Castells propone es la reordenación de los valores sociales que sostienen las estructuras de poder, buscando una apertura de mayor libertad y justicia. Para ello es esencial la construcción de redes de comunicación alternativas al poder, tanto como la reconstrucción crítica de nuestros propios marcos mentales.

Parece indudable que en este camino, y pese al dominio que los poderes -mediáticos y no mediáticos- ejercen sobre las redes de comunicación, Internet – y en general, las nuevas redes de comunicación e información- son vistas como redes de “salvación”, como una promesa de futuro.

La perspectiva teórica de una red informática

Castells ya había presentando su modelo teórico sobre la sociedad actual en La sociedad red[3], pero el libro que comentamos le sirve para afianzar y sistematizar su cuadro conceptual e incluir en él análisis de las fuentes del poder en la actualidad.
Continúa, en todo caso, con la metáfora, mejor dicho con las metáforas en torno a la red:

a) la sociedad actual es comparable a la red -y analizable en sus términos;
b) la comunicación actual también es una red; esta red conjuga redes informáticas (digitales) con redes de medios de comunicación de masas y otras;
c) estas mismas redes ordenan, recogen, transportan y dinamizan flujos de información;
d) el poder se asienta en la capacidad de crear, configurar y alimentar redes comunicativas –porque, además de mediante la violencia, el poder se ejerce también mediante el dominio de la comunicación y de la mente.

Desde este punto de partida, Castells consolida la metáfora de las redes informáticas –cuyo modelo decisivo es Internet- para proponer un sistema conceptual en el que, tanto los elementos discretos, como los flujos, relaciones y operaciones se describen siempre en términos de conceptos surgidos de las redes informáticas[4]: programación (programa), configuración, flexibilidad, inclusión-exclusión (oposiciones binarias), protocolos, entorno operativo, etc.

Es esa metáfora –o, mejor dicho alegoría- de la red la que se convierte en una metáfora inclusiva de cualquier y de casi todos los elementos propios de la sociedad actual. Según parece sostener Castells –aunque no sea en ello demasiado explícito- un sistema informático de redes nos ofrece, desde el punto de vista teórico, casi todos los conceptos necesarios para explicar el funcionamiento de la sociedad actual. Y esto, con independencia de que todos los elementos sociales, e incluso las redes que contiene, no sean por su parte específicamente informáticos.

En cualquier caso, según la idea de Castells, el modo operativo y el funcionamiento de la sociedad, y su inteligibilidad, debe contemplarse siempre desde el modelo y la perspectiva que nos aporta la conceptualización de una informática. Tiene sentido, a este propósito, la afirmación de Bo Kampman Walther cuando escribe en su “The theorettical Rationality of the Concept of the Network Society” (N. Lehman y otros: The concept of the Network Society: Post-Ontological Reflections, Dinamarca, NORDICOM, 2007): “Castells (…) often, deliberatily or not, confuses a technical and a conceptual description” (p. 21).

El autor no está lejos, aquí, de comparaciones tan conocidas como el de Norbert Wiener, que busca las similitudes entre el funcionamiento de la sociedad y un sistema cibernético, y explica muchos procesos sociales en términos de retroalimentación.

Está también cerca de los estructuralistas, cuando comparan la sociedad con una estructura[5]. Y cerca de Luhman -y otros- cuando, basándose en la teoría de sistemas, comparan el funcionamiento de la sociedad con las operaciones que se dan en un sistema.

Siempre, pues, en todos estos casos –incluyendo a Castells- una alegoría, una metáfora o un modelo general sirven para explicar –mediante sus elementos, procesos y operaciones, el funcionamiento de lo social.

La estructura social como red tecnológica

Es en este preciso contexto en el que Castells establece que la sociedad red “es aquella cuya estructura social está compuesta por redes activadas por tecnologías digitales de la comunicación y de la información basadas en la microelectrónica” (pp. 50-51).

Pero al afirmarlo, intenta huir del determinismo tecnológico: “No obstante, la tecnología de redes y la organización en red son sólo medios que reflejan las tendencias inscritas en la estructura social. El actual proceso de globalización tiene su origen en factores económicos, políticos y culturales, según han documentado los estudios académicos sobre globalización. Pero tal y como sugieren una serie de estudios, las fuerzas que impulsaron la globalización solo pudieron desencadenarse porque tenían a su disposición la capacidad de conexión en red global que proporcionan las tecnologías digitales de comunicación y los sistemas de información, incluyendo las redes informatizadas del transporte a larga distancia” (p. 51).

Ahora bien este intento de establecer relaciones recíprocas –aunque sea de amplificación- entre tendencias de la estructura social y redes de comunicación digital, no disuelve el hecho de que epistemológicamente, el modelo central de análisis y de interpretación que nos propone Castells para nuestra sociedad es la red informática.

¿Constituye esto una limitación teórica? ¿Bastará el punto de vista de las redes informáticas para explicar la sociedad? ¿No hay más explicación posible que la que pueden proporcionar los conceptos provenientes de las redes tecnológicas? ¿En todo caso, deben ser estos conceptos los dominantes en nuestra consideración de la sociedad? ¿No caemos en la tautología al explicar el desarrollo de las redes informáticas y su instalación en el centro del escenario social en los términos que estas mismas redes nos proporcionan? ¿No estaremos incurriendo en un proceso autoexplicativo, o tal vez, en una profecía de autocumplimiento? Como expresa Bo Kampman (ob. cit): no estaremos ante “a certain level of self-explanatory modality in Castells’ theory (…); the technical level legitimizes the socio-philosophical level, and vice versa” (p. 25)

La cuestión queda abierta y es, sin duda, una de los problemas más interesantes que desde el punto de vista teórico induce la aproximación de Castells.

La teoría del “encuadre”[6] y la perspectiva cognitiva

Como aportación singular de este libro hay que señalar la conexión entre la teoría de las redes y el enfoque e las ciencias cognitivas, especialmente con el desarrollado por los estudios dedicados a la inteligencia emocional.

El modo en que las ciencias de la cognición se pueden relacionar con la teoría de las redes y de la comunicación es sencillo según Castells: “La comunicación se produce activando las mentes para compartir significado. La mente es un proceso de creación y manipulación de imágenes mentales (visuales o no) en el cerebro. Las ideas pueden verse como configuraciones de imágenes mentales. Con toda probabilidad las imágenes mentales se corresponden con redes neuronales” (pp. 190-191).

De aquí, por tanto, que recuperar para una teoría de las sociedad-red las aproximaciones que provienen de las ciencias cognitivas es útil para la teoría de las redes. Cobra importancia, hacerse cargo del concepto de metáfora (según la ha desarrollado Lakoff): “Las metáforas resultan decisivas para conectar el lenguaje (por tanto, la comunicación humana) y los circuitos cerebrales. A través de las metáforas se construyen las narraciones. Las narraciones se componen de marcos, que son las estructuras de la narración que corresponden a las estructuras cerebrales que con el tiempo han surgido por la actividad cerebral.

Los marcos son redes neuronales de asociación a las que se puede acceder desde el lenguaje a través de conexiones metafóricas. Enmarcar significa activar redes neuronales específicas. En el lenguaje, las palabras se asocian a campos semánticos. Estos campos semánticos se refieren a marcos conceptuales. Así pues, el lenguaje y la mente se comunican por marcos que estructuran narraciones que activan redes cerebrales. Las metáforas enmarcan la comunicación seleccionando asociaciones específicas entre el lenguaje y la experiencia a partir del mapa del cerebro” (p. 197).

Hay en este razonamiento una singular armonía. Si la comunicación se organiza en redes, como la sociedad, y la mente funciona mediante la activación de redes neuronales, también las ideas acaban pudiéndose explicar como redes, en este caso, redes de “marcos” y de “campos semánticos”. Las narraciones se integran dentro de esos marcos. (Está por ver, en todo caso, si las narraciones son también redes; hasta ahora las narratología las ha reconocido como “cursos” y como “trayectos” y ha hablado de “tramas” narrativas).

Sin embargo, los problemas reales a la hora de unir la sociología de las redes y las ciencias cognitivas son mayores de los que parece translucirse en este texto. Las redes neuronales concretas –es decir, las correspondientes a redes de marcos-, al menos, en su inmensa mayoría, están por descubrir y describir -como testimonia la incertidumbre con se mueve en este terreno la neurología. Son, sobre todo, una hipótesis intuitiva que parece fructífera. Por otro lado, las redes de marcos, de encuadres, ¿realmente pueden definirse en términos de narraciones? ¿Y las narraciones, por su parte, son estructuras que caben y pueden inscribirse en un marco? También cabe preguntarse si los campos semánticos, por su lado, tienen que ver con las narraciones o se apoyan en otras claves explicativas… En este campo, queda bastante por organizar conceptualmente.

En todo caso, desde la perspectiva de la teoría del lenguaje y de la semiótica, dentro del esquema que recoge Castells, se percibe una cierta indefinición y un cierto solapamiento e indistinción (no demasiado) entre conceptos. Desde la teoría de la semiótica narrativa o simplemente desde la narratología, puede hablarse de “isotopía temática” –como concepto lo más aproximado posible a la idea de marco-. Y desde la teoría del discurso de “macroestructura”. Pero la metáfora –tal y como se define habitualmente- no es una isotopía, sino una comparación singular. Tampoco es una macroestructura. ¿No se usa, por tanto, demasiado informalmente como para resultar sostenible teóricamente?

Por su parte, un “campo semántico” se concibe habitualmente como un conjunto de morfemas que tienen o un campo referencial común o que comparten cierta redundancia sémica entre sí, pero ¿qué relación puede guardar con una metáfora si es que existe en algún sentido esa correspondencia? De hecho, es muy improbable su estricta correspondencia con una metáfora, si la hay será parcial o, en algunos casos, lateral.

En consecuencia, algunas partes del texto de Castells –sólido y lúcido en su conjunto- nos parece algo vago y necesitado, en todo caso, de mayor consolidación para el futuro. Aunque, en puridad, esta reserva no sea atribuible a Castells, precisamente, sino con más rigor a las fuentes en que se inspira.

En cualquier caso, esto no desmerece el valor de intentar conjugar la teoría de la sociedad-red con las teorías cognitivas -aunque sólo sea como gesto teórico. Al contrario, merece un elogio especial. Singularmente, después de de que en las últimas décadas hemos atravesado un proceloso mar teórico -mucho mas fluido y menos consolidado teóricamente hablando que el que ahora se nos presenta- en el cual, el espacio epistemológico que ahora se propone ocupar por parte de las ciencias cognitivas ha sido ocupado alternativamente por cuerpos teóricos aún menos consolidados: Primero, la “teoría de los efectos” de los medios –plagada de un mecanicismo fuera de toda duda- y, en segundo lugar, una demasiado lábil “teoría de la recepción”; o bien, en tercer lugar, los no menos resbaladizos “estudios culturales” –con su enorme e inabarcable concepto de “imaginario social” (amplio y solícito al mismo tiempo)-. Doctrinas y enfoques, todos ellos que se han llevado, a mi modo de ver abusivamente, el protagonismo teórico.

Así pues, la perspectiva de Castells y su apelación a las ciencias cognitivas y del lenguaje resulta en estos momentos especialmente vivificante. Puede concebirse como un reencuentro entre las ciencias sociológicas y las teorías semio-cognitivas, tan desgraciadamente distantes entre sí en los últimos tiempos.

Castells, de hecho, al recuperar el enfoque de las ciencias cognitivas se acerca a los principios que ya apuntasen otros como Gerbner con su teoría del cultivo o los enfoques más culturalistas de Morley, Lull y otros. Y de algún modo, nos recuerda la perspectiva de la semiótica social y de la semiótica de la cultura. Su originalidad es, precisamente, situarlos en un nuevo contexto.

Utilidad del libro

Desde todos los puntos de vista el libro de Castells es útil. Constituye una buena cartografía de los procesos sociales relacionados con la construcción de redes de comunicación y de poder en la sociedad actual. Es, además, crítico: analiza tanto los movimientos de dominación –que en ningún caso ni minimiza ni engrandece- como las posibles resistencias y alternativas que se pueden dar desde la asociación libre de individuos o desde los movimientos sociales organizados.

Tiene la ventaja de estar muy actualizado, tanto en lo que se refiere a los enfoques teóricos que utiliza, como en lo que se refiere a los problemas que analiza y a los hechos a los que se refiere (desde la victoria electoral de Obama hasta la capacidad de muchos movimientos sociales contemporáneos a la hora de crear nuevas redes comunicativas).

Finalmente, y esto no es nada desdeñable, sabe combinar el estudio teórico con propuestas epistemológicas de calado- con estudios y descripciones empíricas muy sugerentes, relativos a las estructuras de propiedad de los medios y a las redes de conglomerados mediáticos… Tal vez sea ésta su síntesis más brillante, donde la recia economía política –que nos tiene a acostumbrados a muchos datos, pero a una evidente parvedad conceptual- se enriquece y logra alcance teórico profundo.

Por todo ello, recomendamos la lectura de Comunicación y poder.

8 Diciembre 2009
Posted by J. M. Pérez Tornero in Comunicación, Crítica mediática, Internet, Lecturas, Medios de comunicación.
Tags: Castells, sociedad red, poder, teoría del encuadre, Lakoff
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[1] Madrid, Alianza, 2009. En inglés, Coomunication and power, Oxford University Press, 2009.
[2] Op. cit., pp. 552-553.
[3] Te Rise of the Network Society, Oxford Blackwell, 1996 (Traduucción castellana, Madrid, Alianza editoria, 1997/2000 1997/2000 ).
[4] Cf. Especialmente el apartado “Redes”, op. cit. pp. 45-50
[5] Talcot Parsons, Piaget, Levi Strauss, Foucault, etc.
[6] Esta traducción española del término inglés “framing” nos parece más adecuado que la de “enmarcar” porque nos recuerda en enfoque fotográfico.
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Fuente: Pensamiento Crítico y Comunicación

Enviado por Manuel Gross el 11/12/2009 a las 12:04
http://manuelgross.bligoo.com/content/view/678988/Manuel-Castells-Comunicacion-y-poder-La-metafora-de-la-sociedad-red.html

Julen Iturbe sobre Manuel Castells: control y poder


Julen Iturbe sobre Manuel Castells: control y poder
Ayer publiqué muy oportunamente, pero muy en bruto, la entrevista a Manuel Castells realizada por el diario El País, de España (Manuel Castells: El poder tiene miedo de Internet). Pero hoy día un bloguero que hay que empezar a tener muy en cuenta por la claridad de sus opiniones, Julen Iturbe, publica en su blog una serie de interesantes reflexiones acerca de las principales expresiones de Castells en la mencionada entrevista. El artículo es el siguiente:

Manuel Castells en El País: control y poder
Siempre que leo alguna cosa de Manuel Castells se me revuelven unas cuantas neuronas. Ayer El País publicaba una entrevista con él con unas cuantas reflexiones en torno al control y al poder en la sociedad-red en que vivimos. Comento algunas cosas.
Por Julian Iturbe

"El poder tiene miedo de Internet"

Es la sensación que muchas veces tengo en las empresas. Y es un miedo complejo. Un miedo que mezcla salto generacional y un ser sobrepasado por los acontecimientos. Este miedo, esta reticencia a aceptar Internet como moneda de uso corriente no debe caer en saco roto. Hay que tenerlo en cuenta a la hora de explicar lo que hoy en día es Internet. Demasiadas veces caemos en la loa fácil: un mundo maravilloso. Pero no es así. Internet puede, incluso, ser el nuevo poder.

"Porque Internet no se puede controlar"
Este sí que es un buen argumento para intranquilizar a quienes tienen el poder. Si estás en el poder y aparece una herramienta que no puedes controlar, desde luego que al poder no le va a interesar usarla. Va contra su propia esencia. Por eso la red distribuida se ve útil desde quien no está en el poder. La atomización, la fragmentación del conocimiento, la distribución de micropoderes basados en reputación y confianza, todo esto atenta contra el poder establecido y centralizado.

"Puede haber vigilancia pero no control"
A mí me intranquiliza. Porque la vigilancia supone que alguien puede saber tantas cosas de ti. Y esta es una buena obsesión para las empresas del siglo XXI. Saben que el negocio está en disponer de información sobre nosotras y nosotros, sobre toda persona que pisa este planeta y va dejando rastro digital. Es evidente que nos vigilan. ¿Y qué hacer? La hipervigilancia puede producir en las personas comportamientos enfermos. La paranoia es la respuesta lógica, pero ahora ya no es una patología sino la realidad con la que convivimos.

"Sin educación la tecnología no sirva para nada"
Es la mejor de las observaciones: educación, educación, educación. Es el principio de todo. Y no conviene olvidar que es una mezcla de competencias técnicas y competencias emocionales. No se trata sólo de saber utilizar tecnología sino de adquirir criterios sobre cómo usarla, desde la libertad, desde la diversidad, pero también desde un consumo responsable.
Hace poco vi cómo una cooperativa de enseñanza tenía en su ideario como valor fundamental desarrollar la austeridad. Suerte, que la van a necesitar.

"Cuanto más controla una persona su vida, menos se fía de las instituciones"
El individualismo en red desbocado. Las instituciones no están siendo capaces de resituar su papel en esta sociedad del conocimiento. Los proyectos colectivos pasan por el filtro de lo individual. Si no contribuyen a mi desarrollo, no me interesan. La generación en el poder no entiende a la que viene por detrás, hiperyoista. El control de la vida propia enfrentado al desarrollo colectivo. Hay otras formas, pero son diferentes a las que tenemos montadas en las aulas.

Y mejor que termine Castells, que lo va a decir mucho mejor de lo que yo sería capaz:
Sí, hay un desfase enorme entre la capacidad tecnológica y la cultura política. Muchos municipios han puesto puntos Wi-Fi de acceso, pero si al mismo tiempo no son capaces de articular un sistema de participación, sirven para que la gente organice mejor sus propias redes, pero no para participar en la vida pública. El problema es que el sistema político no está abierto a la participación, al diálogo constante con los ciudadanos, a la cultura de la autonomía, y, por tanto, estas tecnologías lo que hacen es distanciar todavía más la política de la ciudadanía.
Poder y control. Internet de por medio, no nos quepa la menor duda. Así que el asunto es complejo.

Enviado por Manuel Gross el 07/01/2008 a las 11:11
http://manuelgross.bligoo.com/content/view/114170/Julen-Iturbe-sobre-Manuel-Castells-control-y-poder.html#content-top
21/04/10

Perfil de Manuel Castells

Manuel Castells
Manuel Castells es profesor de Sociología y director del Internet Interdisciplinary Institute de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), en Barcelona. También es profesor universitario y catedrático de la Cátedra Wallis Annenberg de Tecnología de Comunicación y Sociedad de la Escuela Annenberg de Comunicación, de la Universidad de California Meridional, en Los Angeles. Es profesor emérito de Sociología y profesor emérito de Planeamiento Urbano y Regional en la Universidad de California en Berkeley, donde impartió clases durante 24 años.
Fue profesor adjunto de Sociología en la Universidad de París, profesor asociado de Sociología en la Escuela para Estudios Avanzados en Ciencias Sociales, en la Universidad de París (1967-1979), profesor y director del Instituto Universitario de Sociología de Nuevas Tecnologías en la Universidad Autónoma de Madrid (1988-1993), profesor de investigación en el Consejo Superior de Investigación Científica (CSIC) en Barcelona (1997) y profesor de Sociología y de Planeamiento Urbano y Regional en la Universidad de California en Berkeley (1979-2003).
Entre 2004 y 2010 ocupó el puesto de profesor visitante distinguido en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (2004-2009), en la Universidad de Oxford (2007-2010) y en la Universidad de Santa Clara (2008-2010). Desde 2009 es investigador visitante permanente del Instituto Stellenbosch para Estudios Avanzados, en Sudáfrica. Ha sido profesor visitante en 17 universidades de todo el mundo y profesor invitado en cientos de instituciones académicas y profesionales en 45 países. Es autor de 23 libros, incluida la trilogía La era de la información: economía, sociedad y cultura, 1996-2003, publicada por Blackwell y traducida a 23 lenguas. También es coautor y editor de 22 libros más. Ha recibido, entre otras distinciones, la Beca Guggenheim; el Premio C. Wright Mills de la Sociedad Americana para el Estudio de los Problemas Sociales; el Premio Robert y Helen Lynd de la Asociación Americana de Sociología; el Premio Ithiel de Sola Pool de la Asociación Americana de Ciencia Política; la Medalla Nacional de la Ciencia de Cataluña; el Premio Nacional de Sociología y Ciencia Política de España, la Orden del León de Finlandia; la Orden de Artes y Letras del Gobierno francés, la Orden Gabriel Mistral del presidente de Chile, la Orden de Santiago del presidente de Portugal y la Cruz de Sant Jordi del Gobierno de Cataluña. Ha recibido doctorados honoríficos de 15 universidades de Europa, América del Norte, América Latina y Asia, además de varias cátedras honoríficas y medallas universitarias. Es investigador de la Academia Real Española de Economía y Finanzas, investigador de la Academia Europea e investigador correspondiente de la Academia Británica.
Entre otros cargos distinguidos, fue miembro del Consejo Asesor del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la Tecnología de la Información y el Desarrollo Global, y miembro del Consejo Asesor del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la Sociedad Civil Global. También es miembro del Consejo de Administración del Instituto de las Artes de California. En 2005 la Comisión Europea lo nombró miembro fundador del Consejo Científico del Consejo de Investigación Europea. En 2008 lo nombraron miembro del Consejo de Gobierno del nuevo Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT), creado por la Unión Europea para estimular la cooperación entre universidades, empresas y sociedad.

Entrevista con Manuel Castells



«El poder se construye, sobre todo, en la comunicación»
Enero de 2010 / Por Anna Sánchez-Juárez

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Manuel Castells es catedrático de Sociología y director del Internet Interdisciplinary Institute de la Universitat Oberta de Catalunya en Barcelona. Asimismo, es University Professor y titular de la cátedra de Wallis Annenberg de Tecnología de Comunicación y Sociedad en la Universidad de California Meridional, Los Ángeles. Actualmente Castells forma parte del Consejo de Administración del California Institute of the Arts y del Comité Directivo del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT). Communication power es el título de su última obra en inglés, investigación que ya ha sido traducida al castellano y al catalán. En motivo de su reciente publicación, hemos tenido la oportunidad de hablar con este experto en comunicación.
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¿Qué es esto?
¿Cómo surgió la idea de escribir un libro sobre la comunicación y el poder?
El principal tema subyacente a toda mi investigación desde hace tres décadas es el del poder, pero no conseguía determinar cuál era el proceso esencial de construcción de las relaciones de poder en la sociedad. Finalmente, durante el análisis que desarrollé para escribir mi trilogía sobre la era de la información, llegué a la conclusión de que el poder se construye, sobre todo, en la comunicación. Para desarrollar esa intuición emprendí una investigación empírica y teórica en profundidad que me llevó diez años y que condujo a la redacción final del libro en 2006-2008.
En su estudio sorprende al lector con un análisis del cerebro, las emociones y los sentimientos. ¿Por qué esta inmersión en el mundo de las redes neuronales y sus percepciones sensoriales?
Porque, si mi hipótesis es que la forma esencial del poder es la influencia que se ejerce sobre las mentes de las personas y que esa influencia se construye mediante el entorno de comunicación de donde recibimos las señales que activan nuestro comportamiento, tenía que entender de alguna forma cómo las redes neuronales en el cerebro conectan con las redes de comunicación mediante las cuales percibimos el mundo.
¿El poder es el poder de la comunicación afectiva sobre la comunicación racional?
El poder se ejerce mediante la construcción de la realidad en nuestro cerebro. Y el cerebro, por razones ligadas a la evolución de la especie y estudiadas por la neurociencia, se mueve, en primer lugar, por las emociones que se expresan en sentimientos que organizan el proceso de decisión consciente. El poder se construye por la acción cognitiva que activa emociones, sentimientos y procesos de decisión en nuestra mente, inserta en su entorno de comunicación social.
Si el poder se construye en el espacio de la comunicación, ¿cuál es el papel del Estado?
El Estado, como forma última de organización del poder en la sociedad, regula el espacio de la comunicación para mantener las relaciones de poder que en él se expresan. Pero esa regulación depende de la relación siempre cambiante de relaciones de poder dentro del Estado, porque al tiempo que hay dominación de ciertos intereses y grupos también hay resistencias en función de otros intereses y valores, así como compromisos entre distintos actores sociales. La resultante de estas relaciones de poder determina la regulación de la comunicación por el Estado, una de las formas más importantes de ejercicio del poder estatal.
En la era digital actual, ¿cuál es la situación de los medios de comunicación?
Se ha intensificado la inserción continua de todos nosotros en un mundo de comunicación multimodal del que nunca salimos. Pero, junto con la comunicación de masas que es predominantemente unidireccional y controlada por gobiernos y grandes grupos mediáticos, ahora se expande la autocomunicación de masas por medio de internet, cosa que hace posible una comunicación horizontal, interactiva y escasamente controlada por las grandes organizaciones políticas y económicas, aunque dominen las telecomunicaciones.
Gracias a las redes de comunicación libres como internet, ¿podemos decir que los ciudadanos se están convirtiendo en los periodistas del mundo?
Completamente, aunque más que periodistas (que es una profesión reglada) los ciudadanos se constituyen en informadores, analistas y líderes de opinión. En ese sentido, los periodistas han perdido el monopolio de la información, pero ganan libertad con respecto a sus empresas porque pueden apoyarse en redes ciudadanas que constantemente trabajan contra la censura. Se está formando una alianza entre los periodistas ciudadanos y los ciudadanos periodistas.
¿Qué tipo de relación existe entre los medios de comunicación y la desconfianza mundial de la sociedad en las instituciones políticas?
La política es esencialmente mediática y, por tanto, adopta el lenguaje mediático caracterizado por la lógica del entretenimiento y el escándalo para ganar audiencia. Así se simplifican los mensajes políticos, se personaliza la política y se generaliza la política negativa basada en el denigramiento del adversario. Todo ello conduce a un desprestigio de la clase política y socava la confianza de los ciudadanos en sus representantes. Pero no son los medios los que activan los escándalos, son los propios políticos, utilizando los medios para sus fines, en connivencia con los intereses de los medios para ganar audiencia.
En su libro dice que todo poder genera una resistencia en contra, un contrapoder. La movilización del 13 y 14-M y la campaña electoral de Obama son ejemplo de ello. ¿Qué factores comparten ambas iniciativas para que la participación ciudadana fuera tan elevada?
La libre autocomunicación de masas; la utilización masiva de internet y de las comunicaciones móviles para introducir informaciones y debates que no eran controlados por los grandes medios de comunicación y que permitieron la autoorganización y la movilización espontánea de la gente.
¿Estamos ante una revolución de la democracia mediática?
Sin lugar a dudas hay una transformación profunda de la relación entre comunicación y poder a partir de la capacidad de las personas para construir sus propias redes de comunicación y organizar proyectos comunes sin pasar por la intermediación de los grupos económicos o políticos dominantes. La imparable movilización en Irán, a pesar de una represión sangrienta que dura meses, es un ejemplo revelador de la nueva capacidad de democratización de la gente móvilizada

http://www.uoc.edu/portal/castellano/la_universitat/sala_de_premsa/entrevistes/2010/Manuel_Castells.html?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+uoc%2Fhdel+%28Sala+de+premsa.+ESP.+Entrev.%29&utm_content=FeedBurner

El negocio de Google es vender libertad

Manuel Castells: "El negocio de Google es vender libertad"
Invitado por la Fundación OSDE y la Universidad Nacional de San Martín, el sociólogo español pasó por Buenos Aires para hablar de Comunicación y poder en la sociedad red, tema de su último libro. Explicó conceptos como el de la automediación y la autocomunicación y dijo que "twitter es fantástico para hacer la revolución, pero cuando hay que explicar el programa revolucionario nos vamos a Facebook".
Aquí también puede oirse el audio de la conferencia: MEDIOS, TELEFONITOS Y REDES SOCIALES Extracto de la charla de Manuel Castells en Buenos Aires. Gentileza Fundación OSDE.
1
Expertos de la comunicación, investigadores, periodistas, los cholulos de siempre y algunos figurones inclasificables componían el auditorio que en la sede porteña de la Fundación Osde se disponía a escuchar al sociólogo español Manuel Castells. Entre todos, tal vez haya sido Gustavo Grobocopatel, el hombre estigmatizado con el título de rey de la soja, quien recibía la mayor cantidad de saludos y agradecimientos por su presencia a esta ponencia magistral sobre Comunicación y poder en la sociedad red, un tema con el que viene coqueteando casi tanto como con su banda de folklore que podría llamarse Los Grobo pero se llama Cruz del sur. Sabiamente puntual, el antropólogo Alejandro Grimson, se encargó de subir al pedestal al orador de la noche. Contó rápido que Alain Touraine había sido su mentor y que Castells estaba entre los cinco teóricos sociales más referenciados de los últimos tiempos, a la par de figuras como Habermas, Giddens, Sassen y Beck. Mencionó varias veces a su archiconocida trilogía La era de la información pero dejó claro que Castells llegó a Buenos Aires para presentar su último trabajo, Comunicación y poder, un texto todavía no editado en la Argentina que, según su autor, es el resultado de una investigación que le llevó diez años. De resultado incierto, diría el propio Castells, ya que "tan pronto como se seca la tinta empiezo a cambiar de idea".

Bien informático, Castells arrancó diciendo que "en las relaciones de poder se encuentra el código fuente de cualquier sociedad". Y habló de una dialéctica, que no es la materialista en términos marxistas por cierto, pero es la que para él encierra el debate principal sobre estos tiempos. Cien por ciento gramsciano, el sociólogo definió: "Donde hay poder hay contrapoder, donde hay dominación hay resistencia". Y explicó luego que de esas relaciones surgen compromisos parciales que generan cambios y nuevas normas. Nada nuevo hasta allí. Apenas algo de contexto para aclimatar la dirección de su charla. "El poder es una relación, no se lo toma", avisó entonces categórico, aunque sobren ejemplos de que una cosa no impida la otra. "Ese poder, esa capacidad relacional se usa para influenciar y defender los valores e intereses del empoderado. Y de allí surge la batalla para influenciar nuestras mentes", esbozó.

Habló Castells de las dos vías para ostentar ese poder, a través del monopolio de la violencia o a través de construcción de significados. "Si no te convenzo, te mato", graficó. Una violencia e intimidación que puede construir tanto adhesión como resignación. Otra vez calcó la definición de hegemonía de Gramsci para quien el poder de las clases dominantes sobre las clases sometidas en el modo de producción capitalista no está dado solo por el control de los aparatos represivos del Estado sino fundado en la "hegemonía" cultural que las clases dominantes logran ejercer a través del control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación. Esos mecanismos consensuales de la dominación burguesa han entrado en una nueva etapa según Castells. No es que hayan desaparecido pero ahora se definen cada vez más en la sociedad red.

Suficiente contexto para que Castells se lanzara con todo su peso sobre el tema que lo trajo aquí. "El poder en la sociedad red es multidimensional y todas esas dimensiones dependen del sistema de comunicación", arriesgó. Algo así como decir que los intentos de cambio social y político dependerán casi exclusivamente de la posibilidad de transformar ese sistema de comunicaciones. Se basa en la teoría de la inteligencia afectiva Castells para avisar de los riesgos que implicaría perder las batallas de la comunicación. Batallas que sólo pueden llevarse a cabo si conservamos esos terrenos comunales que son las redes de comunicación que Internet ha hecho posible . La tarea no es sencilla. Ya lo viene advirtiendo Richard Stallman con un activismo más extremo desde hace años. Quienes ostentan el poder en la sociedad red buscan cercar la comunicación mediante redes comercializadas y/o vigiladas con el fin de cerrar la mente pública programando la conexión entre comunicación y poder. Algo que ya hicieron en el mundo real, plusvalía mediante. Pero que ahora la suma de individuos con espíritu colaborativo puede torcer en el mundo virtual. ¿Puede?

El éxito en Internet, que todavía es un espacio libre pero no tan libre al decir de Derrick de Kerkhove, muchas veces está ligado a impulsar la autonomía ciudadana. Castells sitúa entre estos impulsores a compañías como Google o Facebook. Y no porque sean seguidores de Stallman, sino porque ése es su negocio. "Google vende libertad. Si no lo hace, mañana aparecen dos chicos que crean un nuevo Google y le quitan la audiencia". Para Castells, en este sentido la competencia sigue siendo amplia y abierta. Menos democráticos y abiertos, son los operadores, que según el sociólogo (varios ejemplos le dan la razón) buscan acabar con esa neutralidad. "Quieren cerrar las tierras comunales, ese es el gran problema", dice Castells. Todo un atentado contra la preservación de las libertades. (Bastaría citar el caso de Filadelfia, que reculó con su wifi gratuito ante el asedio de los operadores) Y luego Castells insistirá con algo que ya ha repetido mil veces: "Los gobiernos odian Internet". Aunque más tarde sea menos categórico cuando sostengan que, en realidad, lo que todos los gobiernos se preguntan, es cómo controlarla. Y allí usan los latiguillos de siempre. Hay que proteger a los niños, bloquear tal o cual cosa. ¿Por qué no protegen a los niños de verdad? ¿Qué hacen contra el hambre, la miseria? "Los gobiernos tienen perdida la batalla, dice Castells. Pueden matar al mensajero, pero al mensaje no"

Y esa es una de las claves de lo que Castells llama autocomunicación. Un modo desintermediado de producir, acceder y compartir mensajes. Por oposición a los medios y basado en las redes sociales. No es que lo mediático haya desaparecido, todavía es a ése formato que debe adaptarse el lenguaje de la política. Para Castells los partidos políticos siguen siendo importantes, pero tienen que contar con un líder y necesariamente deben pasar por los medios. Medios que, por lo general cuando quieren destruir o generar desconfianza apelan a la política del escándalo. Una política que se basa en armas tales como la investigación opositiva, que se ha vuelto una industria, o en el latiguillo de que en la política todo el mundo está financiado ilegalmente. Según Castells esa política del escándalo está produciendo efectos variables. Y desde hace un tiempo, a las crisis de legitimidad o a la desconfianza generalizada, que suelen ser los efectos buscados, se opone lo que Castells llama fatiga del escándalo, un efecto colateral por el que todos aparecen como igualmente corruptos. "Como todos son iguales, yo me quedo con mi mentiroso, que es más simpático". Frente a este desgaste de la relación entre comunicación y poder, una verdadera crisis de legitimidad, surgen estas formas que Castells llama Autocomunicación.

Un concepto para el que obviamente Internet y los dispositivos móviles serán claves y dónde las redes sociales son, hoy, el pilar de esa comunidad. "Twitter es fantástico para hacer la revolución, pero cuando hay que explicar el programa revolucionario nos vamos a Facebook", dice Castells. ¿Puede alguien creer que la revolución vendrá a partir de estas herramientas tecnológicas, de las comunidades que se arman a través de ellas? ¿Siendo Twitter y Facebook empresas, qué clase de revolución permitirían? En realidad, lo que Castells sugiere es que las redes sociales, llámense como se llamen, están abiertas tanto a los activistas como a los ideólogos. Y que lentamente vamos a un proceso de desintermediación comunicativa. La sociedad sería entonces capaz de automediatizarse dando fin a los monopolios. O desbaratando cualquier tipo de intento por tergiversar la información. Castells rescató para ilustrarlo un ejemplo bien conocido, cuando el PP de Aznar buscó adjudicarle los atentados de Atocha en Madrid a ETA para ganar tiempo en las elecciones que finalmente perdió cuando se supo había sido Al Qaeda.

Confía en una autocomunicación de masas Castells. En una sociedad dispuesta a producir cambios. Y no cree para nada en las segmentaciones forzadas que hablan de mundos virtuales y reales. "No hay separación, todos vivimos en un híbrido. Todo lo que hacemos es virtual y a la vez físico", dice el sociólogo. Y agrega: "El debate se hace cada vez más por Internet, pero el compromiso se manifiesta en la calle. Aunque también se puedan cortar calles en Internet". De allí la importancia de defender ese espacio público híbrido, fundamental en todas las sociedades. Pero el salto, para Castells, está en ese paso de la esfera institucional a la comunicativa. "El poder se debate y se lucha en las redes sociales", dice Castells. ¿Volverán las ideologías a estar en debate por sobre la política del escándalo? El mensaje de Castells suena posmoderno a veces, pero él mismo le cede la palabra a la inteligencia colectiva, colaborativa. En pro de la confianza mutua, la liberación de los internautas será obra de los internautas mismos... Ya lo dijo alguien, ¿no?
Por: HORACIO BILBAO
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2010/07/08/_-02204650.htm

Comunicación, poder y contrapoder en la sociedad red

Comunicación, poder y contrapoder en la sociedad red. Los medios y la política
Manuel Castells
¿Cuál es la influencia actual de los medios de comunicación en la opinión pública? ¿Qué impacto tienen Internet y la web 2.0 en la política hoy en día? Manuel Castells analiza estas y otras importantes cuestiones en este interesante artículo.
El poder y la política se deciden en el proceso de construcción de la mente humana a través de la comunicación. En nuestro tipo de sociedad, los medios de comunicación de masas son decisivos en la formación de la opinión pública que condiciona la decisión política. La política es sobre todo política mediática, lo cual tiene consecuencias importantes sobre la política misma, ya que conduce a su personalización y a la política del escándalo. Ahora bien, la comunicación de masas está siendo transformada por la difusión de Internet y la Web 2.0, así como por la comunicación inalámbrica. La emergencia de la autocomunicación de masa desintermedia a los medios y abre el abanico de influencias en el campo de la comunicación, permitiendo una mayor intervención de los ciudadanos, lo cual ayuda a los movimientos sociales y a las políticas alternativas. Pero al mismo tiempo también las empresas, los gobiernos, los políticos intervienen en el espacio de internet. De ahí que las tendencias sociales contradictorias se expresan por uno y otro lado tanto en los medios de comunicación de masas como en los nuevos medios de comunicación. De esta forma, el poder se decide cada vez más en un espacio de comunicación multimodal. En nuestra sociedad, el poder es el poder de la comunicación[*][*].

El ejercicio del poder a través de la construcción de la opinión pública
A lo largo de la historia, la comunicación y la información han constituido fuentes fundamentales de poder y contrapoder, de dominación y de cambio social. Esto se debe a que la batalla más importante que hoy se libra en la sociedad es la batalla por la opinión pública. La forma en que la gente piensa determina el destino de las normas y valores sobre los que se construyen las sociedades. Aunque la coerción y el miedo son fuentes decisivas para que los dominantes impongan su voluntad a los dominados, pocos sistemas institucionales pueden durar demasiado si se basan de forma preponderante en una represión aguda. Torturar cuerpos es menos efectivo que modelar mentes. Si la mayoría de la gente piensa de forma contradictoria respecto a los valores y normas institucionalizados en el estado y consagrados a través de leyes y normas, al final el sistema cambiará, aunque no necesariamente para colmar las esperanzas de los agentes del cambio social. Pero el cambio llegará. Tan sólo tardará un poco y será a costa de sufrimiento, mucho sufrimiento.
Como la comunicación, y en especial la comunicación socializada, la que existe en el ámbito público, ofrece el apoyo para la producción social del significado, la batalla de la opinión de las personas se juega en gran parte en los procesos de comunicación. Y esto es aún más aplicable a la sociedad en red, que se caracteriza por la omnipresencia de redes de comunicación en un hipertexto multimodal. En efecto, la actual transformación de la tecnología de la comunicación en la era digital amplía el alcance de los medios de comunicación a todas las esferas de la vida social en una red que es a un tiempo global y local, genérica y personalizada según un patrón siempre cambiante. Como resultado, las relaciones de poder, es decir, las relaciones que constituyen los fundamentos de toda sociedad, además de los procesos que desafían las relaciones de poder institucionalizadas, se determinan y deciden cada vez más en el campo de la comunicación.
Entiendo el poder como la capacidad estructural del actor social para imponer su voluntad sobre otro(s) actor(es) social(es). Todos los sistemas institucionales reflejan relaciones de poder, además de los límites a estas relaciones de poder tal y como han sido negociadas por parte de un proceso histórico de dominación y contra dominación. Así, también analizaré el proceso de formación de un contrapoder, que a mi entender es la capacidad de un actor social de resistirse y desafiar a las relaciones de poder institucionalizadas.
Efectivamente, las relaciones de poder son por naturaleza conflictivas, del mismo modo que las sociedades son diversas y contradictorias. Por lo tanto, la relación entre tecnología, comunicación y poder refleja valores e intereses opuestos, y afecta a una pluralidad de actores sociales en conflicto.

Tanto los periódicos todopoderosos como los sujetos de los proyectos del contrapoder funcionan en la actualidad dentro de una nueva estructura tecnológica: y esto tiene consecuencias en las formas, medios y metas de su conflictiva práctica. En este artículo presentaré algunas hipótesis sobre la transformación de esta relación, como un resultado de diversas tendencias que se relacionan entre sí, aunque son independientes:
• el papel predominante de la política mediática y su interacción con la crisis de la legitimidad política en la mayoría de los países del mundo;
• el papel clave de los medios de comunicación segmentados, personalizados en la producción de la cultura;
• el surgimiento de una nueva forma de comunicación relativa a la cultura y la tecnología de la sociedad en red, y basada en las redes de comunicación horizontales: lo que yo llamo autocomunicación de masa;
• y los usos tanto de los medios de comunicación de masas unidireccionales como la autocomunicación de masa en la relación entre el poder y el contrapoder, en la política formal, en la política insurgente y en las nuevas manifestaciones de los movimientos sociales.
Hay que entender esta transformación entre comunicación y poder situada en un contexto social caracterizado por varias tendencias importantes:
a) El Estado, tradicionalmente el principal centro de poder, está siendo desafiado en todo el mundo por:
• la globalización que limita su toma de decisiones soberana,
• las presiones del mercado hacia la desregulación que disminuyen su capacidad de intervención, y
• una crisis de la legitimidad política que debilita su influencia sobre sus ciudadanos (Bec, 2006; Castells, 2005, y Held & McGrew, 2007).
b) Las industrias culturales y los medios corporativos se caracterizan al mismo tiempo por la concentración empresarial y la segmentación del mercado, dirigiéndose hacia una competición oligopolista extrema, a una distribución personalizada de mensajes y al establecimiento de redes verticales de la industria multimedia (Crouteau & Hoynes, 2006; Hesmondhalgh, 2007;y Klinenberg, 2007).
c) La oposición mundial entre lo individual y lo comunitario define la cultura de las sociedades al tiempo que la construcción de la identidad funciona con materiales heredados de la historia y la geografía, y de los proyectos de los seres humanos. La cultura de lo comunitario tiene sus raíces en la religión, la nación, la territorialidad, la etnia, el género y el entorno (Castells, 2004; y Ong, 2006). La cultura del individualismo se extiende de formas diferentes: (Barber, en preparación; Touraine, 2006; y Wellman & Haythornwaite, 2002).
• como consumismo dirigido por el mercado,
• como nuevo patrón de sociabilidad basado en el individualismo estructurado en redes, y
• como el deseo de autonomía individual basada en proyectos vitales autodefinidos.
A pesar de esta evolución social compleja y multidimensional, el proceso decisivo que da forma a la sociedad, tanto a nivel individual como colectivo, es la dinámica de las relaciones de poder. Y las relaciones de poder, en nuestro contexto social y tecnológico, dependen en gran medida del proceso de comunicación socializada de formas que no voy a analizar secuencialmente.
Comunicación de masas y política mediática
La política se basa en la comunicación socializada, en la capacidad para influir en la opinión de las personas. El canal de comunicación más importante entre el sistema político y los ciudadanos es el sistema de los medios de comunicación de masas, siendo el primero de ellos la televisión. Hasta hace poco e incluso en la actualidad, los medios constituyen, en gran parte, un sistema articulado en el cual normalmente la prensa escrita produce una información original, la televisión la difunde a un gran público y la radio personaliza la interacción (Bennett, 2003). En nuestra sociedad, la política es básicamente política mediática. El funcionamiento del sistema político se representa para los medios de comunicación con el fin de obtener el apoyo, o al menos, la mínima hostilidad, de los ciudadanos que se convierten en consumidores en el mercado político[*].
Esto no significa, naturalmente, que el poder esté en manos de los medios[1]. Los actores políticos ejercen una considerable influencia sobre los medios . De hecho, el actual ciclo de noticias de 24 horas acrecienta la importancia de los políticos para los medios de comunicación, ya que éstos tienen que nutrirse incesantemente de contenidos.
Ni tampoco el público se limita a seguir lo que le dicen los medios. El concepto de público activo está ya bien establecido en la investigación sobre la comunicación. Y los medios cuentan con sus propios controles internos en términos de su capacidad para influir en el público, puesto que básicamente son una empresa y tienen que ganar audiencia; habitualmente son plurales y competitivos; tienen que mantener su credibilidad frente a sus competidores; y tienen ciertos límites internos para gestionar la información procedente de la profesionalidad de los periodistas[*]. Por otra parte, hay que recordar el actual aumento del periodismo ideológico militante en todos los países (un buen modelo empresarial realmente en EEUU, por ejemplo, las noticias de la Fox, o en España, El Mundo), además de la autonomía decreciente de los periodistas respecto a sus compañías y el entrelazamiento entre las corporaciones de medios de comunicación y los gobiernos[*].
La práctica de lo que Bennet (2003) ha denominado indexing, mediante la cual los periodistas y redactores limitan el abanico de opiniones y temas políticos sobre los que informan a los que se expresan dentro de la corriente dominante del sistema político, tiene un peso muy importante en el proceso informativo dirigido por los acontecimientos.
Sin embargo, la cuestión principal no es la modelación de la opinión través de mensajes explícitos en los medios de comunicación, sino la ausencia de un contenido determinado en los medios. Lo que no existe en los medios no existe en la opinión del público, aunque tenga una presencia fragmentada en las opiniones individuales[*]. Por lo tanto, un mensaje político es necesariamente un mensaje mediático. Y cuando un mensaje relacionado con la política se transmite a través de los medios, tiene que expresarse en el lenguaje específico de los medios. Esto significa, en muchos casos, lenguaje televisivo[2]. La necesidad de dar un formato al mensaje de acuerdo con una forma mediática tiene considerables repercusiones, como ya ha quedado establecido en la dilatada tradición investigadora sobre la comunicación[*]. Empíricamente hablando, no es del todo cierto que el medio sea el mensaje, pero desde luego tiene una influencia sustancial en la forma y efecto de éste.
En suma: los medios de comunicación de masas no son los depositarios del poder, pero en conjunto constituyen el espacio en el que se decide el poder. En nuestra sociedad, los políticos dependen de los medios de comunicación. El lenguaje de los medios tiene sus propias reglas. Se construye en gran medida en torno a imágenes, no necesariamente visuales, pero sí imágenes. El mensaje más poderoso es un mensaje sencillo adjunto a una imagen. En política, el mensaje más sencillo es un rostro humano. La política mediática tiende a la personalización de los políticos alrededor de dirigentes que puedan venderse adecuadamente en el mercado político. Esto no debería trivializarse como el color de la corbata o la apariencia de un rostro. Es la encarnación simbólica de un mensaje de confianza en el entorno de una persona, alrededor de su personaje y luego en términos de la proyección de la imagen de ese personaje[*].
La importancia de la política de la personalidad tiene relación con la evolución de la política electoral, normalmente determinada por votantes independientes o indecisos que hacen decantar la balanza, en todos los países, entre la derecha o el centro-derecha y el centro-izquierda. De aquí que, aunque existen diferencias sustanciales entre los partidos y los candidatos en la mayoría de los países, los programas y las promesas se confeccionan para adaptarse al centro y a los indecisos, con frecuencia a través de las mismas compañías publicitarias y consultores de marketing político que trabajan en las filas de partidos diferentes en años alternos (Farrell, Kolodny & Medvic, 2001; Jamieson, 1996;y Thurber & Nelson, 2000).
Sin embargo, más decisivos que las técnicas de marketing político y el diseño de los programas políticos son los valores asociados con y en los que se inspiran los diferentes candidatos. Como escribe George Lakoff, «Los temas son reales, como también los hechos en cuestión. Pero los temas también simbolizan los valores y la confianza. Las campañas efectivas tienen que comunicar los valores de los candidatos y utilizar los temas de forma simbólica, como indicadores de sus valores morales y de su honradez» (Lakoff, 2006, pág. 7). Los ciudadanos no leen los programas de los candidatos. Confían en la información de los medios sobre las posturas de los candidatos; y, finalmente, su decisión de voto está en función de la confianza que depositan en un candidato determinado. Por lo tanto, el personaje, tal y como ha quedado retratado en los medios, pasa a ser esencial; porque los valores -lo que más importa a la mayoría de la gente- están encarnados en la persona de los candidatos. Los políticos son los rostros de las políticas.
Si la credibilidad, la confianza y el personaje se convierten en cuestiones decisivas a la hora de decidir el resultado político, la destrucción de la credibilidad y el asesinato del personaje se convierten en las armas políticas más poderosas. Como todos los partidos recurren a ellas, todos necesitan hacer acopio de munición para la batalla. Como consecuencia, ha proliferado un mercado de intermediarios, que recaban información perjudicial sobre el oponente, manipulando la información o simplemente creando la información con ese fin. Además, la política mediática es cara y los medios legales de financiación de los partidos resultan insuficientes para costear toda la publicidad, los sondeos, las facturas telefónicas, los consultores, etc. Así, al margen de la moralidad de los políticos individuales, los agentes políticos están en venta para los miembros de los grupos de presión con diferentes grados de moralidad. Esto sucede incluso en los países europeos en los que los recursos financieros de los políticos son públicos y están regulados, ya que los partidos encuentran la forma de soslayar los controles mediante aportaciones de donantes anónimos. Estos fondos se utilizan para formas discretas de campaña electoral, tales como pagar a los informadores y a los productores de la información. Así que, la mayoría de las veces, no es difícil encontrar material malicioso y perjudicial para la mayoría de los partidos y candidatos. Teniendo en cuenta que es raro tener una vida personal intachable y dada la tendencia de muchas personas, sobre todo hombres, a la fanfarronería y la indiscreción, los pecados personales y la corrupción política componen un poderoso brebaje de intrigas y cotilleos que se convierte en el pan de cada día de la política mediática. Por lo tanto, la política mediática y la política de la personalidad conducen a la política del escándalo, como ha sido analizada por estudiosos e investigadores, tales como Thompson (2000), Tumber y Waisboard (2004), Esser y Hartung (2004), Liebes y Blum-Kulka (2004), Lawrence y Bennett (2001), y Williams y Delli Carpini (2004), por mencionar a unos cuantos. A la política del escándalo se le atribuye la caída de un gran número de políticos, gobiernos e incluso regímenes de todo el mundo, como demuestra el informe global sobre la política de los escándalos y las crisis políticas recopiladas por Amelia Arsenault (en preparación).
Política mediática, política de los escándalos y crisis de la legitimidad política
Los escándalos políticos tienen dos clases de efectos sobre el sistema político. En primer lugar, pueden afectar al proceso de elección y a la toma de decisiones debilitando la credibilidad de aquellos sujetos afectados por el escándalo. Sin embargo, este tipo de efecto es de impacto variable. A veces, es la saturación de la opinión pública de una política corrupta la que provoca una reacción o la indiferencia entre el público. En otros casos, el público se vuelve tan cínico que sitúa a todos los políticos en un bajo nivel de apreciación, así que escoge entre todos los inmorales el tipo de inmoral que encuentre más afín o cercano a sus intereses. Lo que es más, la gente a veces considera la divulgación de un comportamiento inadecuado como un buen entretenimiento, aunque no extrae consecuencias políticas de él. Este parece ser el proceso que explica el alto nivel de popularidad de Clinton al final de su mandato presidencial, basado en su trayectoria política, a pesar de sus mentiras televisadas ante el país (Williams & Delli Carpini, 2004).
No obstante, un interesante estudio de Renshon (2002) indica que el efecto secundario de esta falta de moralidad tuvo como consecuencia el aporte adicional de votos en las elecciones del año 2000 a George W. Bush, el candidato que parecía tener, en esa época, más principios que la administración competente.
Hay un segundo tipo de efecto de los escándalos políticos, uno que puede tener consecuencias duraderas en el ejercicio de la democracia. Como todo el mundo hace algo mal y prevalecen las calumnias de forma generalizada, los ciudadanos acaban metiendo a todos los políticos en el mismo saco porque desconfían de las promesas electorales, los partidos y los dirigentes políticos[*][*]. La crisis de la legitimidad política en la mayor parte del mundo no puede ser atribuida exclusivamente, de ningún modo, a los escándalos políticos y a la política mediática. Sin embargo, es probable que los escándalos sean como mínimo un factor desencadenante del cambio político a corto plazo y del arraigo del escepticismo respecto a la política formal a largo plazo[*]. Da la sensación de que la situación de la política mediática estimula la incredulidad en el proceso democrático[3]. No hay que culpar de esto a los medios de comunicación, ya que de hecho los actores políticos y sus asesores son la mayoría de las veces las fuentes de las filtraciones y de la información perjudicial. De nuevo, los medios de comunicación conforman el espacio en el que se ejerce el poder, no la fuente que lo sostiene.
En todo caso, observamos una crisis generalizada de la legitimidad política en prácticamente todos los países, con la excepción parcial de Escandinavia. Dos tercios de los ciudadanos del mundo, según los sondeos realizados en 2000 y 2002 por el secretariado de las Naciones Unidas y por el Fórum Económico Mundial, creían que su país no estaba gobernado según la voluntad del pueblo, siendo el porcentaje correspondiente a EEUU del 59 por ciento y para la Unión Europea del 61 por ciento. En los últimos años, el Eurobarómetro, el estudio de la UNDP sobre la democracia en América Latina, el World Values Survey (Estudio sobre los valores en el mundo) y diversos sondeos de Gallup, el Field Institute y el Pew Institute de Estados Unidos, apuntan hacia un nivel significativo de desconfianza de los ciudadanos respecto a los políticos, los partidos políticos, los parlamentos y, en menor medida, los gobiernos[4].

Esto explica en parte la razón por la que en todo el mundo una mayoría de la población tiende a votar en contra más que a favor, eligiendo el menor de dos males: cambiar a un tercer partido o protestar contra candidatos que muchas veces son promocionados por una presencia colorista en los medios de comunicación, que constituye un buen material o digno de aparecer en las noticias, abriendo la puerta a la política demagógica[*][*]. Al mismo tiempo, la desconfianza en el sistema no iguala la despolitización[*][*]. Varios estudios, incluyendo el del World Values Survey, indican que muchos ciudadanos creen que pueden influir en el mundo con su movilización[*][*]. Sólo que no piensan que puedan hacerlo a través de la política, como es habitual. Así pues, en este punto del análisis, voy a plantearme un cambio de rumbo hacia el surgimiento de los procesos de contrapoder vinculados a los movimientos sociales y a la movilización social. Sin embargo, cualquier intervención política en el espacio público requiere la presencia en el espacio mediático. Y dado que el espacio mediático está determinado en gran parte por las empresas y los gobiernos que establecen los parámetros políticos en cuanto al sistema político formal, pese a su pluralidad, la aparición de políticos insurgentes no puede separarse del surgimiento de un nuevo tipo de espacio mediático: el espacio creado en torno al proceso de comunicación masiva individual.
La emergencia de la autocomunicación de masa
La difusión de Internet, la comunicación móvil, los medios digitales y una variedad de herramientas de software social han impulsado el desarrollo de redes horizontales de comunicación interactiva que conectan local y globalmente en un tiempo determinado. El sistema de comunicación de la sociedad industrial se centraba en los medios de comunicación de masas, caracterizados por la distribución masiva de un mensaje unidireccional de uno a muchos. La base de la comunicación de la sociedad red es la web global de redes de comunicación horizontal que incluyen el intercambio multimodal de mensajes interactivos de muchos a muchos, tanto sincrónicos como asincrónicos. Desde luego, Internet es una tecnología antigua, utilizada por primera vez en 1969. Pero no ha sido hasta la última década cuando se ha extendido por todo el mundo excediendo en la actualidad los mil millones de usuarios[*]. La comunicación móvil ha estallado superando la cifra de los dos mil millones de titulares de teléfonos móviles en 2006, en contraste con los 16 millones de 1991[*]. Así pues, incluso explicando la difusión diferencial en los países en vías de desarrollo y las regiones pobres, una proporción muy elevada de la población del planeta tiene acceso a la comunicación móvil, a veces en zonas donde no hay electricidad pero existe alguna forma de cobertura y cargadores móviles de baterías en talleres de bicicletas. Las redes wifi y wimax contribuyen a establecer las comunidades conectadas a la Red. Con la convergencia entre Internet y la comunicación móvil y la difusión gradual de la capacidad de la Banda Ancha, el poder comunicador de Internet está siendo distribuido en todos los ámbitos de la vida social, del mismo modo que la red de suministro eléctrico y el motor eléctrico distribuían energía en la sociedad industrial[*][*]. Con las nuevas formas de comunicación, la gente ha construido su propio sistema de comunicación masiva, vía SMS, blogs, vlogs, podcasts, wikis y otros por el estilo (De Rosnay & Failly, 2006; Gillmor, 2004; Drezner & Farrell, 2004; y Cerezo, 2006). Las redes de ficheros compartidos y P2P (peer-to-peer,"entre iguales") hacen posible la circulación y el reformateo de cualquier contenido formateado digitalmente. En octubre de 2006, Technorati rastreaba 57,3 millones de blogs, desde los 26 millones en enero. Por término medio, se crean 75.000 blogs nuevos cada día. Cada día se publican 1,2 millones de nuevos mensajes o alrededor de 50.000 actualizaciones de blogs cada hora. Muchos bloggers actualizan sus blogs de forma regular: contra lo que habitualmente se cree, el 55 por ciento de los bloggers todavía publican mensajes tres meses después de haber creado el blog[*]. Nuevamente, según Technorati, la blogosfera en 2006 era 60 veces más grande que en 2003, y se dobla cada seis meses. Es un espacio de comunicación multilingüe e internacional, donde el inglés, dominante en las primeras etapas del desarrollo de los blogs, justificaba en marzo de 2006 menos de un tercio de los mensajes en los blogs, representando el japonés el 37 por ciento de los blogs, seguido del inglés (31 por ciento) y el chino (15 por ciento). El español, el italiano, el ruso, el francés, el portugués, el holandés, el alemán y muy probablemente el coreano son las lenguas que siguen en número de mensajes (Sifry, 2006).

La mayoría de los blogs son de carácter personal. Según el Pew Internet & American Life Project, el 52 por ciento de los bloggers declaran escribir su blog principalmente para sí mismos, mientras que el 32 por ciento lo hace para un público[*]. Así, hasta cierto punto, una buena parte de esta forma de comunicación masiva individual está más próxima al "autismo electrónico" que a la comunicación real. Sin embargo, cualquier mensaje en Internet, al margen de la intención de su autor, se convierte en una botella navegando a la deriva en el océano de la comunicación global, un mensaje susceptible de ser recibido y reprocesado de formas inesperadas. Lo que es más, el RSS fomenta el consentimiento de la integración y la filtración de contenidos en todas partes. Cierta versión del Xanadu nelsoniano se ha constituido actualmente en la forma de un hipertexto multimodal global. Esto incluye: estaciones de radio FM de baja potencia; redes de televisión de calle; una eclosión de teléfonos móviles; la capacidad de producción y distribución de bajo coste de vídeo y audio digital; y los sistemas no lineales de edición de vídeo por ordenador que aprovechan la ventaja del menor coste del espacio de memoria. Los progresos clave son: la creciente difusión del IPTV, P2P video streaming, vlogs (un blog que incluye vídeo) y una oleada de programas sociales de software que han hecho posible el florecimiento de comunidades en línea y de MMOGs (Massively Multiplayer Online Games - Juegos Multijugadores Masivos en Línea). Existe un creciente uso de esas redes de comunicación horizontales en el campo de la comunicación de masas.
Desde luego, los principales medios de comunicación utilizan los blogs y las redes interactivas para distribuir sus contenidos e interactuar con su público, mezclando los modos de comunicación horizontal y vertical. Pero también hay abundantes ejemplos en los que los medios de comunicación tradicionales, como la televisión por cable, se nutren a través de producciones autónomas de contenidos que utilizan la capacidad digital para producir y distribuir. En EEUU, uno de los ejemplos más conocidos de este tipo es la Current TV de Al Gore, en la que el contenido originado por los usuarios y editado profesionalmente ya justifica alrededor de un tercio del contenido del canal[*]. Los medios de prensa por Internet, como Jibonet y Ohmy News en Corea o Vilaweb en Barcelona, se están convirtiendo en fuentes de información fiables e innovadoras a escala masiva[*][*]. Por tanto, la creciente interacción entre redes de comunicación horizontales y verticales no significa que los principales medios se estén apoderando de las nuevas formas autónomas de generación y distribución de contenidos. Significa que existe un proceso contradictorio que da origen a una nueva realidad mediática, cuyos contornos y efectos se decidirán finalmente por medio de una serie de luchas de poder políticas y empresariales, mientras los propietarios de las redes de telecomunicación se están posicionando ya para controlar el acceso y el tráfico en favor de sus socios y clientes preferidos.
El creciente interés de los medios de comunicación corporativos por las formas de comunicación a través de Internet es, en realidad, el reflejo del surgimiento de una nueva forma de comunicación socializada: la comunicación masiva individual. Es comunicación masiva porque alcanza potencialmente a un público global a través de redes de P2P y conexión a Internet. Es multimodal, ya que la digitalización del contenido y el avanzado software social, en muchas ocasiones basado en códigos libres que se pueden descargar de forma gratuita, permite el reformateo de casi todos los contenidos en prácticamente cualquier formato, que se distribuye mediante redes inalámbricas cada vez con mayor frecuencia. Y de contenido autogenerado, de emisión autodirigida y de recepción autoselectiva por medio de muchos que se comunican con muchos. En efecto, nos encontramos en un nuevo ámbito de comunicación y, en última instancia, en un nuevo medio, cuyo eje principal está compuesto por redes informáticas, cuyo lenguaje es digital y cuyos remitentes están distribuidos por todo el mundo y son globalmente interactivos. En verdad, el medio, incluso un medio tan revolucionario como este, no determina el contenido y el efecto de sus mensajes. Pero hace posible la diversidad ilimitada y el origen en gran medida autónomo de la mayoría de los flujos de comunicación que construyen y reconstruyen a cada segundo la producción global y local de significado en la opinión pública.
Si el artículo ha sido de su interés, no deje de leer la segunda parte que publicaremos próximamente.
Referencias
[1] De esta manera, Hallin (1986), en su clásico estudio de la opinión pública respecto a la guerra de Vietnam, argumentó que la inmensa mayoría de los medios de comunicación norteamericanos carecieron en gran medida de sentido crítico respecto al esfuerzo bélico hasta después de producirse la Ofensiva del Tet de 1968 y que esto a su vez estaba «íntimamente relacionado con la unidad y la claridad del propio gobierno, además del grado de consenso de la sociedad en general» (pág. 213) En la misma línea, Mermin (1997) desmitifica la idea de que los medios de comunicación indujeran la decisión del gobierno estadounidense de intervenir en Somalia demostrando que, aunque los periodistas finalmente tomaron la decisión de cubrir la crisis, esa cobertura mediática clave en las cadenas de televisión se produjo después y no antes de que los directivos clave de Washington (pág. 392) prestaran atención al tema. Véase también Entman (2003), que ofrece pruebas de una teoría de "activación en cascada", en la cual las estructuras mediáticas activan las decisiones políticas de elite y viceversa.
[2] El Pew Research Center (2006a) documenta el hecho de que la televisión continúa siendo la fuente dominante de noticias en América. De hecho, el aumento del número de personas que se conecta a Internet en busca de noticias ha frenado considerablemente desde el año 2000. La investigación desarrollada en 2006 puso de manifiesto que el 57 por ciento había accedido a la televisión el día anterior (comparad o con el 56 por ciento en 2000 y el 60 por ciento en 2004) para ver las noticias por comparación con el 23 por ciento que había accedido a Internet (comparado con el 24 por ciento en 2004). Aun más, la gente no sólo tendía a acceder a la televisión con mayor frecuencia en busca de noticias e información, sino que pasaba más tiempo consumiéndolas.Tan sólo el 9 por ciento de los que accedían a las noticias a través de Internet pasaban media hora o más conectados mirando las noticias (Pew Research Center, 2006a, pág. 2). Naturalmente los nuevos patrones de consumo varían con la edad esta diferencia de comportamiento tiene importantes connotaciones en el papel de Internet respecto a la televisión en el futuro: el 30 por ciento de los jovenes entre 18-24 años lee regularmente las noticias en la Red (aumenta un uno por ciento desde 2000) comparado con el 42 por ciento de los jóvenes de 25-29 años (aumenta un 11 por ciento desde 2000), el 47 por ciento de los de 30-34 años (aumenta un 17 por ciento desde 2000), el 37 por ciento de los de 35-49 años (aumenta un 12 por ciento desde 2000) y el 31 por ciento de los de 50-64 (aumenta un 12 por ciento desde 2000) (Ibid.). Sin embargo, parece existir un mayor aumento entre la gente que accede a Internet en busca de las noticias durante las campañas electorales (pese a todo, alrededor de un 20 por ciento). Un estudio postelectoral de ámbito nacional elaborado por el Pew Internet & American Life Project muestra que la población estadounidense que consumió noticias políticas a través de la Red creció de forma dramática, del 18 por ciento en 2000 al 29 por ciento en 2004. También se produjo un espectacular aumento del número de personas que citaba Internet como una de sus fuentes más importantes de noticias durante la campaña presidencial: el 11 por ciento de los votantes registrados afirmó que Internet era una fuente esencial de noticias políticas en 2000 y el 18 por ciento en 2004 (Raine, Horrigan & Cornfield, 2005). Sin embargo, la televisión continúa siendo la fuente principal.
[3] Hay un desacuerdo sobre si los escándalos políticos influyen directamente en el comportamiento de los votantes. Sin embargo, en Estados Unidos, un estudio del Pew Research Center for the People and the Press, realizado en marzo de 2006, documentó el hecho de que las noticias sobre la corrupción influyen sobre el comportamiento de los votantes, aunque no necesariamente sobre su orientación política. El 69 por ciento de los que afirmaron seguir la cobertura mediática de la corrupción y el escándalo en el Congreso creía firmemente que la mayor parte de los miembros electos deberían ser votados en las elecciones de otoño de 2006, comparado con el 36 por ciento de aquellos que declararon seguir los medios muy poco o nada. Esta tendencia era más pronunciada en los votantes independientes (una fuerza decisiva en la política norteamericana): el 77 por ciento de los independientes que seguían de cerca los escándalos mediáticos pensaban que la mayoría del Congreso debería ser rechazada por votación en 2006 (Pew Center for the People and the Press, 2006b). Otros estudios han ilustrado que los escándalos políticos pueden relacionarse con la confianza en el sistema en conjunto, pero no con la forma en que los individuos votan a su representante particular. No obstante, está claro que los escándalos políticos han alterado tanto la forma como el método de las prácticas políticas y periodísticas (Tumber & Waisboard, 2004;Thompson, 2002; y Williams & Delli Carpini, 2004).
[4] Un sondeo GlobeScan encargado por el World Economic Forum (WEF) en 2005 revela niveles decrecientes de confianza en todos los países evaluados, salvo en Rusia, en una amplia variedad de instituciones (ONG, las Naciones Unidas, gobiernos nacionales, corporaciones mundiales y nacionales). Sólo en seis de los dieciséis países sobre los que había datos disponibles, los ciudadanos sentían más confianza que desconfianza hacia su gobierno nacional (GlobeScan/WEF 2006); según el sondeo de 2005 de Gallup International Voice of the People encargado también por el WEF, el 61 por ciento de la gente encuestada consideraba deshonestos a los políticos (Gallup/WEF, 2006); según el último sondeo del Eurobarómetro, tan sólo el 33 por ciento de los europeos encuestados confiaban en su gobierno nacional y el 39 por ciento confiaban en el parlamento (2006, pág. 25). Y la confianza en las instituciones de la Unión Europea continúa disminuyendo a todos los niveles (Eurobarómetro, 2006, pág. 72); según el Pew Research Center for the People and the Press, el 65 por ciento de los americanos dice confiar en el gobierno sólo a veces o nunca (2006b, pág. 11); el último Barómetro Latino muestra una ligera disminución en la confianza entre 2002-05. Sin embargo, hay una clara ruptura entre la confianza en las instituciones gubernamentales y la confianza en las elites. La confianza en el gobierno es generalmente más alta en conjunto, pero la confianza en las elites ha aumentado levemente, mientras que la confianza en el gobierno también ha bajado ligeramente. Por ejemplo, tras el escándalo Lula, la confianza en las instituciones gubernamentales descendió de un 20 por ciento a un 47 por ciento, pero conservó el apoyo de más de la mitad de la población (Latinobarometro, 2005, pág.10).Véanse también: Dalton (2004), Dalton (2005) e Ingleheart y Catterberg (2002) para un análisis de los datos del World Values Survey sobre los niveles de confianza en el gobierno.
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Autor: Manuel Castells. Universitat Oberta de Catalunya.
«Artículo publicado en la revista Telos nº 74. Enero-Marzo de 2008»
http://sociedadinformacion.fundacion.telefonica.com/DYC/SHI/seccion=1188&idioma=es_ES&id=2009100116310137&activo=4.do?elem=6844
21/04/10

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"El poder tiene miedo de Internet"





ENTREVISTA a Manuel Castells, PROFESOR DE SOCIOLOGÍA
MILAGROS PÉREZ OLIVA 06/01/2008
Si alguien ha estudiado las interioridades de la sociedad de la información es el sociólogo Manuel Castells (Hellín, 1942). Su trilogía La era de la información: economía, sociedad y cultura ha sido traducida a 23 idiomas. Es uno de los primeros cerebros rescatados: volvió a España, a dirigir la investigación de la Universitat Oberta de Catalunya, en 2001, después de haber investigado e impartido clases durante 24 años en la Universidad de California, en Berkeley.
Una de sus investigaciones más reciente es el Proyecto Internet Cataluña, en el que durante seis años ha analizado, mediante 15.000 entrevistas personales y 40.000 a través de la Red, los cambios que Internet introduce en la cultura y la organización social, y acaba de publicar, con Marina Subirats, Mujeres y hombres, ¿un amor imposible? (Alianza Editorial), donde aborda las consecuencias de estos cambios.
Internet amplifica la más vieja brecha social de la historia, que es el nivel de educación
Pregunta. Esta investigación muestra que Internet no favorece el aislamiento, como muchos creen, sino que las personas que más chatean son las más sociables.
Respuesta. Sí. Para nosotros no es ninguna sorpresa. La sorpresa es que ese resultado haya sido una sorpresa. Hay por lo menos 15 estudios importantes en el mundo que dan ese mismo resultado.
P. ¿Por qué cree que la idea contraria se ha extendido con éxito?
R. Los medios de comunicación tienen mucho que ver. Todos sabemos que las malas noticias son más noticia. Usted utiliza Internet, y sus hijos, también; pero resulta más interesante creer que está lleno de terroristas, de pornografía... Pensar que es un factor de alienación resulta más interesante que decir: Internet es la extensión de su vida. Si usted es sociable, será más sociable; si no lo es, Internet le ayudará un poquito, pero no mucho. Los medios son en cierto modo la expresión de lo que piensa la sociedad: la cuestión es por qué la sociedad piensa eso.
P. ¿Por miedo a lo nuevo?
R. Exacto. Pero miedo, ¿de quién? De la vieja sociedad a la nueva, de los padres a sus hijos, de las personas que tienen el poder anclado en un mundo tecnológica, social y culturalmente antiguo, respecto de lo que se les viene encima, que no entienden ni controlan y que perciben como un peligro, y en el fondo lo es. Porque Internet es un instrumento de libertad y de autonomía, cuando el poder siempre ha estado basado en el control de las personas, mediante el de información y comunicación. Pero esto se acaba. Porque Internet no se puede controlar.
P. Vivimos en una sociedad en la que la gestión de la visibilidad en la esfera pública mediática, como la define John J. Thompson, se ha convertido en la principal preocupación de cualquier institución, empresa u organismo. Pero el control de la imagen pública requiere medios que sean controlables, y si Internet no lo es...
R. No lo es, y eso explica por qué los poderes tienen miedo de Internet. Yo he estado en no sé cuántas comisiones asesoras de gobiernos e instituciones internacionales en los últimos 15 años, y la primera pregunta que los gobiernos hacen siempre es: ¿cómo podemos controlar Internet? La respuesta es siempre la misma: no se puede. Puede haber vigilancia, pero no control.
P. Si Internet es tan determinante de la vida social y económica, ¿su acceso puede ser el principal factor de exclusión?
R. No, el más importante seguirá siendo el acceso al trabajo y a la carrera profesional, y antes el nivel educativo, porque, sin educación, la tecnología no sirve para nada. En España, la llamada brecha digital es por cuestión de edad. Los datos están muy claros: entre los mayores de 55 años, sólo el 9% son usuarios de Internet, pero entre los menores de 25 años, son el 90%.
P. ¿Es, pues, sólo una cuestión de tiempo?
R. Cuando mi generación haya desaparecido, no habrá brecha digital en el acceso. Ahora bien, en la sociedad de Internet, lo complicado no es saber navegar, sino saber dónde ir, dónde buscar lo que se quiere encontrar y qué hacer con lo que se encuentra. Y esto requiere educación. En realidad, Internet amplifica la más vieja brecha social de la historia, que es el nivel de educación. Que un 55% de los adultos no haya completado en España la educación secundaria, ésa es la verdadera brecha digital.
P. En esta sociedad que tiende a ser tan líquida, en expresión de Zygmunt Bauman, en que todo cambia constantemente, y que cada vez está más globalizada, ¿puede aumentar la sensación de inseguridad, de que el mundo se mueve bajo nuestros pies?
R. Hay una nueva sociedad que yo he intentado definir teóricamente con el concepto de sociedad-red, y que no está muy lejos de la que define Bauman. Yo creo que, más que líquida, es una sociedad en que todo está articulado de forma transversal y hay menos control de las instituciones tradicionales.
P. ¿En qué sentido?
R. Se extiende la idea de que las instituciones centrales de la sociedad, el Estado y la familia tradicional, ya no funcionan. Entonces se nos mueve todo el suelo a la vez. Primero, la gente piensa que sus gobiernos no la representan y no son fiables. Empezamos, pues, mal. Segundo, piensan que el mercado les va bien a los que ganan y mal a los que pierden. Como la mayoría pierde, hay una desconfianza hacia lo que la lógica pura y dura del mercado le pueda proporcionar a la gente. Tercero, estamos globalizados; esto quiere decir que nuestro dinero está en algún flujo global que no controlamos, que la población se ve sometida a unas presiones migratorias muy fuertes, de modo que cada vez es más difícil encerrar a la gente en una cultura o en unas fronteras nacionales.
P. ¿Qué papel desempeña Internet en este proceso?
R. Por un lado, al permitirnos acceder a toda la información, aumenta la incertidumbre, pero al mismo tiempo es un instrumento clave para la autonomía de las personas, y esto es algo que hemos demostrado por primera vez en nuestra investigación. Cuanto más autónoma es una persona, más utiliza Internet. En nuestro trabajo hemos definido seis dimensiones de autonomía, y hemos comprobado que cuando una persona tiene un fuerte proyecto de autonomía, en cualquiera de esas dimensiones, utiliza Internet con mucha más frecuencia e intensidad. Y el uso de Internet refuerza a la vez su autonomía. Pero, claro, cuanto más controla una persona su vida, menos se fía de las instituciones.
P. Y mayor puede ser su frustración por la distancia que hay entre las posibilidades teóricas de participación y las que ejercen en la práctica, que se limitan a votar cada cuatro años, ¿no cree?
R. Sí, hay un desfase enorme entre la capacidad tecnológica y la cultura política. Muchos municipios han puesto puntos Wi-Fi de acceso, pero si al mismo tiempo no son capaces de articular un sistema de participación, sirven para que la gente organice mejor sus propias redes, pero no para participar en la vida pública. El problema es que el sistema político no está abierto a la participación, al diálogo constante con los ciudadanos, a la cultura de la autonomía, y, por tanto, estas tecnologías lo que hacen es distanciar todavía más la política de la ciudadanía.
Fuente: http://www.elpais.com/
Enviado por Manuel Gross el 06/01/2008 a las 19:39

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